🇵🇦 El padre de la iglesia católica de Yaviza nos recibió como si nos estuviera esperando desde hacía un tiempo, parado en el parque saludando a todo al que pasaba pero mirando fijamente ahí donde estábamos, ahí apreciando donde la Panamericana se termina.
Enseguida nos dio la bienvenida y nos acompaño al interior de las instalaciones de la parroquia, dándonos total libertad para acomodarnos donde quisiéramos y cerrando tras nuestro paso las rejas para que los niños, a los que les despertamos más su curiosidad al llegar al parque, no ingresaran hasta tanto no nos acomodemos. Aunque le dijimos que no había problema, insistió y cerró.
Pero una vez que el párroco se fue, el más chiquito de los niños que nos escoltaron e interrogaron los pocos metros hasta la entrada, se metió por las rejas aduciendo que venía a buscar la pelota que adrede vimos tiró dentro luego de varios intentos, pero que nunca recogió antes de acercarse a las bicis.
Entre risas, primero por su metodología de filtración y luego por la serie de preguntas inocentes de la edad como ¿ustedes comen?, encantados respondimos a todas y escuchamos atentos lo mucho que nos comentó de su vida en este pueblito de Darién.
Otro día terminado con sonrisas, agradecidos y felices, tanto así como nuestro nuevo amiguito panameño (del que nunca logramos comprender el nombre), el que en la imagen demuestra su satisfacción por haberlo logrado.